Los gritos y la desesperación de Martín: “Esto es un desastre, así no vamos a ganar el título”
Eran, exactamente, las 16.05 horas del viernes del Gran Premio Solidario, que se celebraba en el Circuit Barcelona-Catalunya, el pasado fin de semana, en sustitución del Gran Premio de la Comunidad Valenciana, que debía decidir el título mundial de MotoGP entre el madrileño Jorge Martín y el italiano Pecco’ Bagnaia, bicampeón del mundo de la máxima categoría, ambos estrellas relucientes de…
Eran, exactamente, las 16.05 horas del viernes del Gran Premio Solidario, que se celebraba en el Circuit Barcelona-Catalunya, el pasado fin de semana, en sustitución del Gran Premio de la Comunidad Valenciana, que debía decidir el título mundial de MotoGP entre el madrileño Jorge Martín y el italiano ‘Pecco’ Bagnaia, bicampeón del mundo de la máxima categoría, ambos estrellas relucientes de la fábrica italiana Ducati.
Todo había sido desastroso, patético, desolador, deprimente, descorazonador. Martín había mutado en puro desastre. Era, todo él, un grito de desesperanza. Me prohíben que escriba que gritó “¡esto es una mierda!” No, no lo dijo, me cuentan, él jamás utilizaría, utilizó, esa expresión. Vale. Pero sí entró (varias veces a lo largo de la mañana) con tonos desoladores, crispado, inquieto, incomprendido, indignado con su Ducati…y con la manera de trabajar de su equipo. “El equipo que te ha traído hasta aquí”, le dijo alguien.
Todos, absolutamente todos los presentes, se quedaron atónitos. Cierto, era el segundo entrenamiento del fin de semana (decisivo), de la última cita, el momento de cerrar el título. Ni siquiera la ventaja y la seguridad que ‘Martinator’ había emanado hasta aquel viernes, le servía de consuelo al líder del Mundial. Cierto, había quedado quinto por detrás de ‘Pecco’ Bagnaia, Marco Bezzecchi, Aleix Espargaró y Johann Zarco. Era ‘solo’ un viernes más, no tenía sentido tantos gritos, tanto enfado, tanta algarabía y, sobre todo, tantas dudas sobre su magnífico y familiar equipo.
Tras los dos primeros ensayos del viernes, Martín perdió los papeles, estaba fuera de sí, irreconocible y sus jefes le pidieron que dejase de quejarse del equipo y volviese a ser el que había sido los 19 grandes premios anteriores. Dicho y hecho.
Todos trataron de ocultarle al jefazo, Paolo Campinoti, la situación, pero el dueño había decidido vivir, el fin de semana decisivo, en el ‘boxe’. Es más, hubo un momento en que Martín le dijo, con una amplia sonrisa en su rostro, la mejor, “pero tú qué haces aquí si no tienes ni idea de motos, de técnica”. Ese título y el de constructores del año pasado, demostraban, y mucho, que Campinoti sí sabe de esto. Y mucho. Tal vez demasiado.
El caso es que Gino Borsoi, maganer y director deportivo del equipo Prima Pramac, que acabaría celebrando la gesta enorme, histórica, de ser el primer equipo privado, ‘satélite’, que convierte en campeón de MotoGP a un piloto, desde que Valentino Rossi lo lograse, en 2001, con el Nastro Azurro y la Honda NSR500cc; el expiloto Fonsi Nieto, ‘coach’ deportivo de ‘Martinator’ y Daniele Romagnoli, jefe técnico del madrileño, se juntaron en un rincón y decidieron que alguien, uno de ellos, quien fuese, debía encerrarse con Jorge y ayudarle, no solo a serenarse, sino a pedirle que volviese a ser el que había sido los 19 grandes premios anteriores, en los que estuvo impecable (siempre).