Connect with us

Deportes

Y Lamine Yamal fue Messi

Al Barça le da pereza jugar al fútbol. No es una omisión del deber, pues siguen allí tratando de conjugar el verbo maldito, pero sí una renuncia a la felicidad debido al coste que supone llegar a ella. Flick instauró una frase innegociable: para sonreír hay que presionar. El Barça cumplió y tocó el cielo, y quizás creyó que la felicidad…

Al Barça le da pereza jugar al fútbol. No es una omisión del deber, pues siguen allí tratando de conjugar el verbo maldito, pero sí una renuncia a la felicidad debido al coste que supone llegar a ella. Flick instauró una frase innegociable: para sonreír hay que presionar. El Barça cumplió y tocó el cielo, y quizás creyó que la felicidad ya le pertenecía y no hacía falta seguir molestándola para poder decir que era suya. En 20 minutos iniciales el Brujas había anotado dos goles sencillos que contradecían su pasado reciente. El Barça tiraba el fuera de juego por inercia como uno se hace el café a primera hora, casi sin prestar atención, una defensa burocrática que expone un pasotismo sorprendente de quiénes hasta hace nada mataban por cada centímetro a conquistar. Los goles encajados, hasta tres que pudieron ser cuatro o cinco, definen un estado de ausencia en el que el equipo parece vivir.

Ahora llegará el momento de buscar culpables. Para unos será unos jugadores, para otros los conceptos. La línea. La presión. Cada uno tendrá papeletas para ganar esta batalla. Flick parece empeñado en mantener un edificio que se desmorona al mínimo soplido. El Brujas, que posee velocidad y fe, entendió con mucha facilidad que podría marcar siempre, en cada acción, porque el Barça acude a sus acciones sin creer ni entender por qué está allí, por qué hace lo que hace, y eso tiene un impacto terrible en cada fase. Desde la presión, que es solo una promesa, hasta una línea que no hace sino soportar ataques por cada flanco, sin poder contener ninguno. Entre medias un centro del campo que no domina, que no ahoga, sino que sobrevive en medio de un caos llamado a derrotar al Barça en algún momento del camino.

El fútbol reviste complejidad porque así parece más interesante, más llamativo. La realidad siempre contradice a los gurús y, cuanto más simple, más bonito y real es este juego. Por eso dársela al bueno, es decir, a Lamine Yamal, será siempre mejor que cualquiera de las otras opciones, porque a pesar de los datos, la inteligencia artificial y los patrones memorizados, el juego sigue respondiendo a lo tribal, algo tan básico como imposible de parar: la pelota al 10. Yamal volvió a parecerse a Lamine en un primer tiempo en el que, lejos de evitar el contacto, buscó agredir siempre al rival desde el pase y el regate. El Barça caía así en una pequeña trampa, creyendo que, con este Lamine, el hechizo se cumpliría y todo lo demás se parecería a lo de la temporada pasada. Pero no fue así.

Lamine fue más Messi que nunca. De una forma precoz e injusta, pero entendiéndolo por la crudeza del contexto. Recibía cada vez más lejos, cada vez peor, y el ‘culer’ esperaba que esas recepciones diesen goles, algo que solo Leo ha sostenido de forma continuada en la historia del FC Barcelona. Y casi obró el milagro, generando el primero, marcando el segundo a lo Neymar Jr, su ídolo, y forzando el tercero, que pudieron ser más. Cuando se dice aquello de que Yamal se asemeja a Messi se debería huir de esa dependencia atroz y ese vacío que existió a su alrededor, como si el talento matase y todos quisesen alejarse del 10. Messi terminó ahogado en un Barça que le alejaba socios y la tarea del Barça es tratar de encontrar jugadores que estén siempre a su altura para que Lamine pueda ser siempre él, sin necesidad de forzarse. Si el Barça aspira a ganar deberá contar con este Yamal pero, sobre todo, con otra versión de sí mismo si no quiere volver al sitio del que Flick loe ayudó a huir.

Suscríbete para seguir leyendo

Continue Reading
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *