¿Un Clásico de SAD?

Sin apenas ruido, ni cuestionamiento, Florentino Pérez ha decidido tomar la delantera y plantear abiertamente “una propuesta de reorganización societaria del club”. Traducido al castellano, la más que probable conversión del Real Madrid en una sociedad anónima deportiva (SAD), esa transición que la mayoría del fútbol profesional tuvo que realizar en los 90 pensando que sería el remedio a todos sus males. El club blanco, el primero en la historia que supera los 1.000 millones de facturación, dice abordar este proceso no tanto por las urgencias económicas que podrían haber surgido por la pandemia, sino como escudo que “nos proteja de las amenazas que sufrimos y, ante todo, garantice que los socios seamos propietarios de verdad de nuestro club, propietarios reales de nuestro patrimonio económico y de pleno derecho”.

Y ahí es donde surge la opción de plantear tres debates. El primero es si, inexorablemente, Real Madrid y FC Barcelona están destinados a trasladar su negocio futbolístico a una mercantil para competir en igualdad de condiciones al resto de clubes. El segundo, cuáles son las ventajas reales del modelo de propiedad mayoritario en Europa frente a la singularidad de Barça, Madrid, Athletic Club y CA Osasuna. El tercero, ¿cuántos socios realmente tendrán interés en ser accionistas, que no miembros, y cuántos adquirían esta condición únicamente como peaje necesario para tener un abono.

Pérez opta por la vía de la SAD porque, según dio a entender, es la vía que legalmente le permitirá impedir que vuelva a perder el control sobre sus derechos. No hay que olvidar que, aún hoy, continúa litigando con LaLiga porque se niega a ceder más que el tiempo de juego para su comercialización conjunta con el del resto de clubes. No hay más, ni una potencial inyección de capital, ni garantizar una estabilidad en el gobierno que el Real Madrid ha conseguido a través de su figura, pero que en sus homólogos no ha sido así históricamente.

Y eso que la recaudación de dinero para limpiar deuda o afrontar nuevos proyectos podría ser histórica. El dirigente habló de una valoración de al menos 10.000 millones de euros, por lo que la mera cesión de un 10% le permitiría levantar 1.000 millones. Casi la totalidad del coste de su estadio. Y, podemos convenir, si el club y sus socios preservan el 90%, poco o nada cambiaría de la relación que hoy existe entre las partes. ¿La duda o el miedo de muchos? Que ese 10% pueda acabar siendo más. ¿Lo interesante de esto? Ver cómo la opinión pública en Barcelona puede acabar modulando su discurso según lo que pase en Concha Espina.

El ‘flashback’ del fútbol

Los más mayores del lugar recordarán que hace algo más de dos décadas era habitual que viéramos el fútbol en abierto y nuestra lengua, fuera el catalán, el euskera, el gallego o el castellano. Después, el crecimiento de las grandes competiciones como producto de entretenimiento hizo migrar las retransmisiones hacia la televisión de pago, que es donde más fácil era exprimir económicamente estos derechos. Y ahora, como las modas que siempre vuelven, nos encontramos en que el mundo moderno convive con la fórmula tradicional con la que LaLiga logró colarse en el pasado en todos los hogares. La estrategia diseñada por Mediapro para sublicenciar el partido en abierto de cada jornada se ha traducido en acuerdos con 3Cat en Catalunya, pero también con Telemadrid, Eitb en el País Vasco, Televisión Canaria, Canal Sur en Andalucía y TVG en Galicia. Una manera de repartir el coste de la inversión que asume el grupo audiovisual, pero también de que los clubes puedan ofrecer un mayor retorno a sus patrocinadores. Una reclamación de muchos, que consideran que debería haber un mayor equilibrio entre el pago y el abierto. El problema es resolver cómo con publicidad se puede suplir lo que hoy pagan las plataformas de pago.