Sira Martínez, la hija de Luis Enrique que triunfa en la hípica: “Soy tan competitiva como mi padre”
Sira Martínez Cullell (Barcelona, 2000) es un calco de su padre, Luis Enrique, con todo lo que ello implica. En su caso es siempre positivo. Habla y se gesticula como el técnico del PSG y exseleccionador español, cuya carrera ha marcado el devenir de su familia. No es padre, es referente, ídolo y consejero. En el caso de su hija, nadie…
Sira Martínez Cullell (Barcelona, 2000) es un calco de su padre, Luis Enrique, con todo lo que ello implica. En su caso es siempre positivo. Habla y se gesticula como el técnico del PSG y exseleccionador español, cuya carrera ha marcado el devenir de su familia. No es padre, es referente, ídolo y consejero. En el caso de su hija, nadie tenía claro que pudiera dedicarse a la hípica, porque en su familia no había tradición. Pero la pequeña Sira insistió de modo extenuante hasta que los ponis de juguete se volvieron de carne y hueso. Empezó tarde, aunque lo suficientemente pronto para desarrollar un talento natural que le ha llevado a ser una de las amazonas más prometedoras de España.
Cuando su padre se fue a entrenar a la Roma, el destino quiso que en la urbanización de Sira hubiese una hípica. Se terminó el tenis, el deporte que durante mucho tiempo le tuvo enganchada. Ella siempre había tenido una pasión natural por los caballos, a su juicio, los animales más sensibles que existen. Este fin de semana afronta la Madrid Horse Week con ilusión, madurez y competitividad, valores de arraigo familiar. Porque junto a Luis Enrique, su madre Elena Cullell, y su hermano Pacho han desarrollado un escudo protector forjado en el dolor por la pérdida de Xana, la benjamina de una familia unida al milímetro. El suelo donde aterrizan los cascos de Texas, Pipper, Mano Negra o Guapa después de los saltos al infinito que dibujan junto a Sira.
Hace ya más de quince años que a Sira Martínez se le ocurrió pedirle a sus padres que le subieran a un caballo. Lo que en principio parecía un juego de niños se ha convertido en una profesión.
Al comienzo era solo puro amor por el caballo. Recuerdo ver dibujos y series en los que las niñas montaban. Eso generó en mí la ilusión de subirme, de pasear, de trotar un poco… Y desde el primer día me encantó. La primera vez que me subí a un caballo fue en Gijón y después empecé a entrenar en Barcelona. Deseaba salir del colegio para ir a montar. No paré de darle el coñazo a mi familia para ir de excursión o hacer cualquier actividad que tuviera que ver con caballos. Desde ahí hasta ahora, que me dedico profesionalmente a este mundo.
El suyo es un itinerario diferente, porque lo habitual en este mundo es tener antecedentes familiares relacionados con la hípica.
Nadie en mi familia ha montado ni les han gustado mucho los caballos. Pero yo tenía una amiga que empezó a montar y fui detrás. Resultó la excusa perfecta. El problema, al no tener personas relacionadas con hípica, es que tardan en entender un deporte que, además es caro. Entonces tampoco les hacía mucha gracia. Ellos estuvieron a la expectativa. De hecho, esperaban que probase otros deportes y, simplemente, me enganchase a otra cosa. Lo practiqué durante mucho tiempo. Pero cuando nos fuimos a vivir a Roma (en la temporada 2011/2012 Luis Enrique entrenó al equipo italiano) tenía la hípica al lado de mi casa.
Vamos, que el destino se puso de su parte. O por lo menos le puso en bandeja convertirse en amazona.
Totalmente, porque antes de Roma estaba muy metida en el tenis, porque tuve una caída con 13 años y estuve casi un año sin montar. Pero claro, en la urbanización en la que vivíamos en Italia ¡había una hípica! Solo necesitaba caminar dos minutos. Iba yo sola. Recuerdo cómo llamaba a la dueña y le preguntaba: ‘Oye, hay alguna persona que no haya ido a montar hoy’. Y allí me plantaba. La verdad es sí, fue el destino. La hípica me hizo recuperar la ilusión que había perdido con el tenis, a pesar de que jugaba cada día. A mí siempre me han encantado los caballos, pero no sabes las vueltas que tuvo que dar para que me compraran un poni…
Al final, la niña Sira Martínez, no solo convence a sus padres para que le compren la primera montura, también les hace ver que tiene futuro en la hípica.
El tener la hípica al lado en Roma les hizo ver que a esta niña de verdad le gustaba mucho montar y tenía independencia para hacerlo. Que a mí me gustaba y tenía voluntad. Realmente, cuando terminé el colegio y empecé a estudiar la carrera ya me di cuenta de que podía dedicarme a esto. Al final opté por la vía a distancia, para poder tener más tiempo de cara a las competiciones. Me fui a vivir fuera. Estuve en Suiza, después en Bélgica y, poco a poco, me di cuenta de que era un estilo de vida. Me di cuenta de que era lo que quería, porque no me imagino a mi ‘yo’ futuro en una oficina. Me visualizo con los caballos, en una finca, teniendo alumnos, criando a caballos jóvenes para venderlos en un futuro para tener dinero y seguir compitiendo.
Vamos, que a usted le gusta el mundo de la hípica desde un punto de vista integral.
Lo que más me gusta es competir, pero para poder mantenerme en los circuitos se necesita generar dinero. Es un deporte con una barrera de entrada alta. Es cierto que yo tengo facilidades, porque vengo de una familia con posibilidades económicas, pero también hay profesionales han llegado desde familias humildes. Por ejemplo, se fueron al extranjero para trabajar con un jinete importante y, a partir de ahí, aprenden de ellos y hacen su camino. Si sirves, tienes la sensibilidad con el caballo y además se te da bien, porque los entiendes, pues trabajando mucho, porque es un camino muy duro, puedes hacerte un nombre.