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Pogacar se enfrenta el domingo a los siniestros adoquines del Infierno del Norte’
Dos veces se presentó Eddy Merckx a la París-Roubaix (este domingo por Teledeporte y Eurosport) antes de ganarla. Tres intentos protagonizó Bernard Hinault antes de imponerse en el velódromo al aire libre más famoso del mundo, junto a Lille, el destino del Infierno del Norte’, así denominada la carrera, no por la dureza, sino por el desolador panorama fruto de la…
Dos veces se presentó Eddy Merckx a la París-Roubaix (este domingo por Teledeporte y Eurosport) antes de ganarla. Tres intentos protagonizó Bernard Hinault antes de imponerse en el velódromo al aire libre más famoso del mundo, junto a Lille, el destino del ‘Infierno del Norte’, así denominada la carrera, no por la dureza, sino por el desolador panorama fruto de la destrucción y las bombas con el que se encontraron los corredores en 1919, después de la interrupción de la prueba por culpa de la Primera Guerra Mundial.
Tadej Pogacar será la gran atracción de la carrera de los adoquines -el ‘pavés’ francés-, unas piedras que forman parte de la historia del país y que en nada se asemejan a los ladrillos que todavía quedan en algunas calles de ciudades como Barcelona. Las cuidan todo el año, fuerzan a valientes sobre la bici a enfrentarse al reto de botar como chalados destrozando cuadros, radios, ruedas y provocando dolores en piernas y brazos que duran semanas. Son los entusiastas que quieren imitar a ciclistas como Pogacar, Mathieu van der Poel, Wout van Aert o Mads Pedersen. O a los grandes mitos de una carrera que se disputó por primera vez en 1896 como Roger de Wlaeminck, Octave Lapize, Rik van Looy o más recientemente Johan Museeuw, Fabian Cancellara y Tom Boonen.

Mathieu van der Poel rueda hacia la victoria en la París-Roubaix del año pasado / ASO / PAULINE BALLET
Pogacar captará todas las miradas. ¿Será capaz de superar a Merckx e Hinault al ganar en su debut? Valor se le supone, indiscutiblemente porque no es un novato cualquiera, ni un becario que se sube a la bici para triunfar en Roubaix. Es el mejor del mundo, el que rompe todos los moldes ciclistas, el que gana en Flandes, en Roma, en París, en Como, un Mundial en Zúrich y el que no teme a los adoquines más salvajes, inhumanos y crueles para rodar en bici, por donde sólo pasaban bueyes hasta que llegaron los ciclistas.
Arenberg y el Carrefour de l’Arbre
En Roubaix no hay ni una cuesta como en Flandes, con adoquines algo más tiernos. En Roubaix aparecen la barbaridad de 55,3 kilómetros de piedras repartidos en 30 sectores; entre ellos, los famosos bosque de Arenberg y el Carrefour de l’Arbre, donde tradicionalmente se resuelve la carrera.

Así son los adoquines del bosque de Arenberg. / Sergi López-Egea
Hay que verlos, de verdad, en cualquier viaje por el norte de Francia, aunque sea en tránsito a Bélgica o hacia el Canal de la Mancha y territorios británicos, merece la visita, guste o no el ciclismo, pisar a pie los tramos de adoquines. Por la tele no se acaba de apreciar la dureza, porque los corredores superan el ‘pavés’ con la consigna de ir lo más rápido posible y con los tubulares con la mínima presión. Por eso, el riesgo de caída, de lesión, aumenta mucho más que en cualquier otra carrera. Por eso, también, los grandes aspirantes al Tour miran hacia otro lado al hablarles de Roubaix, salvo Merckx, Hinault y ahora Pogacar.
La confianza
“Con mi estado de forma era el momento de intentarlo”, reflexionó Pogacar después del triunfo en Flandes. Desafía al peso en una carrera pensada para ciclistas robustos: los 66 kilos del fenómeno esloveno frente a los 75 de Van der Poel. Y la estatura: 1.76 de Pogacar por los 1.84 del nieto de Poulidor, que sigue siendo más favorito, por la experiencia y por las dos victorias que acumula, vencedor en 2023 y 2024.
Para cualquier otro que no se llamara Pogacar el reto sería un imposible, ni en sueños se vería capaz de cumplir con la hazaña, de volar sobre adoquines separados por tres dedos de la mano, donde se cuela la hierba y se acumula el barro si llueve de madrugada, como anuncia la previsión del tiempo.

El pelotón, sobre adoquines, en 2024. / ASO / PAULINE BALLET
Los denominados ‘Amis de París-Roubaix’ se encargan de cuidar, reparar y sustituir los adoquines dañados y el restaurante Gruson, situado a la salida del Carrefour de l’Arbre, en la calle que lleva el nombre de Jean-Marie Leblanc, antiguo director del Tour, tiene las mesas reservadas desde el año pasado. Será un combate para los corredores y una fiesta para los aficionados al ciclismo.
Este sábado, en categoría femenina, Lotte Kopecky tratará también de hacer historia al ganar la prueba por segunda vez consecutiva y con el jersey arcoíris de campeona del mundo.