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Países Bajos vuelve a las urnas en unas elecciones precipitadas por la voracidad del ultra Geert Wilders
Apoyar a una ultraderecha que ve el país «a punto de reventar» por la inmigración o confiar el Gobierno en quienes buscan soluciones a la escasez de vivienda o la crisis climática: este es el escenario político de los 13,4 millones de electores de Países Bajos convocados este miércoles a las urnas para elegir su nuevo Parlamento. Son elecciones anticipadas, tras…

Apoyar a una ultraderecha que ve el país «a punto de reventar» por la inmigración o confiar el Gobierno en quienes buscan soluciones a la escasez de vivienda o la crisis climática: este es el escenario político de los 13,4 millones de electores de Países Bajos convocados este miércoles a las urnas para elegir su nuevo Parlamento. Son elecciones anticipadas, tras el hundimiento de la coalición dominada por la ultraderecha de Geert Wilders. Todo apunta a que el siguiente Ejecutivo no lo liderará quien conquiste más votos, sino quien logre la segunda posición.
Los sondeos pronostican una victoria en votos para el trumpista e islamófobo Wilders y su PVV, una formación muy arraigada entre la familia ultra neerlandesa y europea. Sería su segundo triunfo consecutivo tras haber logrado en noviembre de 2023 el puesto de fuerza más votada por primera vez en su historia. Pero parece descartado que logre los socios necesarios para gobernar. Difícilmente podrá convencer a otras fuerzas de la derecha, tras haber pulverizado el gobierno que comandó el PVV durante 11 meses.
El beneficiado por esta situación será tal vez quien quede segundo. Una posición que en la recta final está en disputa entre los democristianos de CDA y el bloque de socialdemócratas y verdes del veterano Frans Timmermans, GroenLinks-PvdA. Otra formación del centro progresista, Demócratas 66, podría inclinar la balanza, mientras que los liberales del VVD, el partido que lideró en el pasado Mark Rutte, está debilitada después de haber sustentado la coalición ahora fracasada.
El PVV de Wilders se ha mantenido en toda la campaña en primera posición, pero su ventaja ha ido rebajándose hacia el final. Se le estima una horquilla de entre 29 y 31 diputados, frente a los 37 que logró en 2023. A la CDA y al progresismo de Timmermans se les pronostican entre 22 y 26 escaños. El fragmentado Parlamento de La Haya está integrado por 150 diputados, repartidos ahora entre 15 formaciones. Son muchas las constelaciones políticas en liza. Hay una nueva ‘estrella’ entre el radicalismo derechista, JA21, en pugna por su espacio político.
Ha sido una campaña relativamente tranquila, sin grandes mítines, pero sí movilizaciones ilustrativas del grado de división ciudadana: más de 250.000 personas salieron a la calle en Ámsterdam en solidaridad con Palestina –opción que representa a Timmermans–; otra manifestación en contra del asilo, y por tanto favorable a Wilders, puso patas arriba la habitualmente tranquila capital, La Haya. Hubo amenazas calificadas de reales por la policía contra Wilders, que canceló un debate pero luego reanudó su campaña. También se produjo un amago de intimidación en una entrevista televisiva contra Timmermans, sin consecuencias.
El desafío del radicalismo derechista
Parece contradictorio que pueda lograr de nuevo el primer puesto alguien como Wilders, quien en sus 20 años en el Parlamento ha fulminado dos coaliciones de las que formaba parte. Primero fue en sus tiempos de aliado de uno de los gobiernos de Rutte, en 2012. El pasado junio amplificó su desafío al forzar la retirada de sus cinco ministros en un gobierno a cuyo frente se había colocado al tecnócrata Dick Schoof, ya que sus coaligados habían vetado la presencia de Wilders en el Ejecutivo. Pero en la órbita global de la antipolítica proliferan este tipo de escenarios.
Wilders dedicó los 11 meses de vida de la coalición a estorbar desde dentro y demostrar que su voracidad antiinmigración es insaciable. El Gobierno de Schoof arrancó con un programa que recrudecía la política migratoria, de por sí dura desde los últimos tiempos de Rutte en el poder. Ni eso contentó al insaciable líder del PVV, que exigía más y más medidas reconocibles como no aplicables por sus socios.
Schoof sigue como primer ministro en funciones al frente de un Ejecutivo con solo dos socios, los liberales y el partido de los campesinos BBB, que suman una veintena de escaños. No está claro cuánto tiempo deberá continuar en esas condiciones, en un país acostumbrado a transiciones entorpecidas por la debilidad política.
Países Bajos, socio fundacional de la UE y miembro de la OTAN, seguirá bajo la influencia del PVV, actor de peso en la política neerlandesa aunque quede en la oposición. Wilders forma parte de los Patriotas por Europa del ultranacionalista húngaro Viktor Orbán. Es un grupo acostumbrado a capitalizar como hito compartido cualquier éxito electoral. Lo celebran, incluso si no logran formar un gobierno, como le ocurrió al austríaco Herbert Kickl, en la oposición tras haber conquistado el primer lugar en los comicios del país alpino de septiembre del año pasado.
Timmermans o el nuevo centrismo
Las opciones para un giro frente a la antipolítica de Wilders están entre el veterano Timmermans, de 64 años y exvicepresidente de la Comisión Europea, o Henri Bontenbal, un político de 43 años que ha reclutado el voto perdido por los liberales desde que Rutte dejó la política neerlandesa para convertise en secretario general de la OTAN.
Timmermans es la gran esperanza para la familia de los socialistas y socialdemócratas europeos. A escala neerlandesa, ha integrado en su bloque a los verdes, apoyado en la labor que desempeñó desde Bruselas en la lucha contra el cambio climático. A esa apuesta se suman sus promesas de movilizar fondos para la construcción de vivienda. Como en el resto de Europa, la escasez de pisos a precios asumibles es el principal quebradero de cabeza. La derecha de Bontenbal cuestiona la viabilidad de los planes del progresismo neerlandés.
El gran problema de Timmermans es que está descartado por ciertos partidos del centro, que lo consideran demasiado izquierdista. A la derecha de Bontenbal la aúpa su incremento espectacular en intención de voto. Son las terceras elecciones parlamentarias en cinco años, en un país que ha probado ya muchas alianzas, incluido el experimento con Wilders llevando las riendas de un gobierno del que no formaba parte.
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