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Más de 340 civiles mueren en Siria a manos de las fuerzas de seguridad del nuevo Gobierno
Al menos 340 civiles alauís, una minoría musulmana en la costa mediterránea siria de la que provenía el depuesto expresidente sirio, Bashar al Asad, han muerto desde el pasado jueves en actos de venganza perpetrados por milicianos y fuerzas de seguridad aliados del nuevo Gobierno sirio en Damasco, presidido por Ahmed al Sharaa, líder de la antigua milicia rebelde Hayat Tahrir…

Al menos 340 civiles alauís, una minoría musulmana en la costa mediterránea siria de la que provenía el depuesto expresidente sirio, Bashar al Asad, han muerto desde el pasado jueves en actos de venganza perpetrados por milicianos y fuerzas de seguridad aliados del nuevo Gobierno sirio en Damasco, presidido por Ahmed al Sharaa, líder de la antigua milicia rebelde Hayat Tahrir al Sham (HTS).
El recién refundado Ejército sirio —aún una amalgama de grupos y exmilicianos descoordinados y sin una jerarquía establecida—, desde este jueves por la noche, está repeliendo una ofensiva a gran escala realizada por guerrillas leales aún a Asad, que se escondían en las montañas de Latakia y Tartús —en el mediterráneo sirio— desde la caída del régimen del expresidente sirio, el pasado 8 de diciembre.
Desde entonces, la región, poblada mayormente por alauís, vive con miedo y pánico por la enorme posibilidad de actos de venganza por parte de los soldados victoriosos en Damasco.
Una gran parte de la población suní siria —quien sufrió más la violencia, matanzas, represión y torturas durante el régimen de los Asad, desde la década de los 70 hasta 2024— acusa a la minoría alauí de los crímenes perpetrados por la dinastía. Los Asad, durante sus años en el poder, se apoyaron en la minoría para ocupar los altos cargos dentro de la Administración y Ejército sirios.
“No ataquéis a civiles ni abuséis de prisioneros”, dijo este viernes por la noche, en una declaración de emergencia, Al Sharaa, cuyo Gobierno envió refuerzos a Latakia y Tartús para sofocar los ataques de los leales a Asad. “Cuando comprometemos nuestra ética nos rebajamos al nivel de nuestro enemigo. Los restos del régimen caído están buscando provocar la violencia para crear un clima de agresión y violaciones en el que puedan escudarse”, continuó el presidente interino sirio, cuyo gobierno ha aceptado que sus soldados han cometido, desde jueves, violaciones de los derechos humanos “individuales”, aunque “sus autores están siendo perseguidos”.
Violencia y venganza
Las imágenes publicadas en redes sociales de estos ataques contra la población civil muestran fuerzas de seguridad sirias no identificadas reuniendo, disparando y ejecutando a hombres en los pueblos costeros de Jableh, Baniyas y Mujtariyeh, que llegaron a ser controlados, hasta este viernes, por los milicianos vinculados a Asad que empezaron su ofensiva el jueves por la noche.
“[Las fuerzas de seguridad sirias] mataron a todo hombre que encontraron en los pueblos”, ha dicho Rami Abdurrahman, director del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), quien cifra en más de 340 el total de civiles asesinados en Latakia y Tartús en los últimos días. Según esta organización, además, la ofensiva ha causado la muerte de más de un centenar de combatientes, entre milicianos vinculados a Asad y los leales a Damasco.
“Los números son mucho mayores que los 340 que hemos contabilizado, e incluyen mujeres y niños. Todos los que han participado en estas masacres deben ser llevados ante la justicia“, ha dicho este sábado Abdurrahman.
Según fuentes de seguridad del nuevo Gobierno sirio, este ataque en el mediterráneo sirio ha sido “coordinado por Asad desde Moscú con la ayuda de un país extranjero” sin especificar. Sin embargo, todos los ojos están puestos en Irán, cuya prensa afín publicitó, este mismo martes, la creación de una “nueva milicia siria”, el Frente Islámico de Resistencia, cuyo objetivo declarado es luchar contra los nuevos líderes sirios.
Irán, junto con Rusia, era el gran aliado de la Siria de Asad, cuyo territorio era usado por los persas para establecer un corredor terrestre para abastecer a Hizbulá, la milicia chií aliada de Irán en el Líbano. Este corredor fue roto con la derrota y fuga del expresidente sirio, hace tres meses.