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Las cuatro claves del Barça-Dortmund: la presión ‘flickniana’ por bandera
El Barça ataca y defiende con tal voracidad que transforma al rival en algo insiginificante, sin importarle si es el subcampeón ed Europa. Ataca con una producción ofensiva increíble, capaz, además, de mantener su portería a cero. Marcó cuatro y TEK demostró su tranquilidad, tanto con las manos como con los pies.Seguir leyendo….
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El Barça ataca y defiende con tal voracidad que transforma al rival en algo insiginificante, sin importarle si es el subcampeón ed Europa. Ataca con una producción ofensiva increíble, capaz, además, de mantener su portería a cero. Marcó cuatro y TEK demostró su tranquilidad, tanto con las manos como con los pies.

Fermín López protege el balón en una jugada de ataque del Barça-Dortmund en Montjuïc. / Jordi Cotrina
Ahogó el Barça al Dortmund. Lo ahogó de tal manera que llegado el minuto 10 de partido tenía una aplastante posesión, superior al 70% firmando hasta cuatro remates, dos de ellos soberbios, uno de Lamine Yamal y otro de Lewandowski, escupidos ambos por las manos de Kobel, el meta del equipo alemán. Estaba arrinconando el conjunto de Flick a su rival teniendo su primer, y verdadero gran argumento, en la presión.
Llevaba el técnico alemán a sus dos laterales, especialmente a Koundé a 70 y 80 metros de la portería de Szczesny. Balde, por el otro lado, ejercía prácticamente de extremo por el flanco izquierdo. Y a través de esa presión, el Dortmund quedaba sumergido en un laberinto. No le encontraba salida. Y cuando la halló fue, sobre todo, porque las piernas de los azulgranas no estaban ya tan frescas, condicionadas por el tremendo esfuerzo físico del Barça, que se le vio cansado. Entonces, el conjunto alemán descubrió el área de TEK en los minutos finales de la primera mitad.
Y en la segunda parte, más de lo mismo. O sea, la presión por bandera para acogotar al Dortmund.

Lamine Yamal inicia una jugada del ataque del Barça ante el Dortmund en Montjuïc. / Jordi Cotrina
ntró en el partido como un demonio. Parecía poseído. Cada vez que el joven extremo tocaba el balón se encendía la luz en Montjuïc, sin necesidad de activar los miles de teléfonos móviles que dotaron la grada del estadio de un escenario similar a un concierto. Y en medio andaba Lamine Yamal, capaz como fue de realizar una ‘elástica’, ese regate que es patrimonio de Ronaldinho donde la pelota está pegada al pie tal si fuera una misma cosa.
Llegó con peligro, asustó al Dortmund, se olvidó en esa misma jugada de mirar a su izquierda donde le esperaba un soltiario Lewandowski y prefirió terminar la jugada, a pesar de que no tenía ángulo. Y la física se lo terminó demostrando. Pero Lamine Yamal no se deja vencer por los errores, inventando jugadas de ataque en cada una de sus acciones, fustigando el flanco izquierdo de la zaga alemana.
Y, al final, se inventó un delicado punterazo para firmar el 4-0 definitivo.

Koundé, Cubarsí y Fermín celebran el 1-0 de Raphinha al Dortmund en Montjuïc. / Jordi Cotrina
Ni 17 minutos de partido y el Barça ya había lanzado cuatro saques de esquina. No encontró recompensa a ese impulso inicial, pero la estrategia de Flick le acabó dando un verdadero tesoro. Era una falta lateral. Y estaba trabajada desde la pizarra. Sacada fue por Fermín, el encargado de las acciones a balón parado, para depositar en el césped de Montjuïc todo lo que habían trabajado en los días previos. El andaluz firmó un centro largo dirigido con precisión a la cabeza de Iñigo Martínez, quien conectó entonces con Pau Cubarsí.
O sea, los dos centrales ubicados en el área alemana transformados en armas de ataque. Y la pelota, que entraba sigilosamente en la meta del Dorrmund, recibió un último toque de Raphinha cuando estaba a punto de cruzar la línea de gol. Un toque peligroso porque estaba el brasileño en una posición peligrosa, obligando a la intervención del VAR para chequear que, al final, no estaba en fuera de juego. Hubo suspense durante unos segundos que desataron enorme inquietud en la montaña olímpica. Pero la tecnología validó el gol que abrió otra noche de ensueño.

De Jong inicia una jugada de ataque en el Barça-Dortmund en Montjuïc. / Jordi Cotrina
Tras meses, diríase que años y años de absoluto recelo y desconfianza, Frenkie de Jong se siente el líder del equipo. Él y Pedri. Pedri y él. No importa el orden porque el balón transita feliz entre ambos. En el caso del neerlandés ha sido investido de todo el poder para ser el jefe. Lo está siendo porque juega con tal naturalidad que fluye sobre el campo, disfrutando hasta de su condición de pieza defensiva.
Roba balones que se convierten luego en goles al galope. Frenkie es feliz. Y Flick, el entrenador que le ha concedido toda esa autoridad futbolística, también. Juega tranquilo, liberado, cómodo, sin sentir presión alguna cuando la pelota reposa en sus pies. Alrededor suyo y de su compinche Pedri se organiza la creatividad del Barcelona. Es una fábrica de hacer goles: 36 tantos en 11 encuentros de Champions. Tan solo falló dos pases Frenkie en un partido irreprochable.