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La etapa reina de la Volta se convierte en un caos

Más que una etapa reina fue un desastre. Los elementos jugaron una pesadilla a la Volta, con un viento en el Berguedà, como en otros puntos de Catalunya, que convertía cualquier ascenso a las montañas en un peligro inminente. Si el viernes cayó Pradell del guion de la ronda catalana, este sábado se fueron al garete el resto de las cumbres…

Más que una etapa reina fue un desastre. Los elementos jugaron una pesadilla a la Volta, con un viento en el Berguedà, como en otros puntos de Catalunya, que convertía cualquier ascenso a las montañas en un peligro inminente. Si el viernes cayó Pradell del guion de la ronda catalana, este sábado se fueron al garete el resto de las cumbres y la jornada más importante de la ronda catalana se convirtió en un caos de apenas 24 kilómetros, donde no contaron los tiempos, y sólo sirvió para que el estadounidense Quinn Simmons, un ‘trumpista’ convencido, estrenara el palmarés.

Había plan B; una etapa con tres puertos, aunque con la ausencia de Pradell. Quienes subieron a primera hora de la mañana a la cumbre de Queralt, donde estaba la meta inicial, comenzaron a avisar que todo se movía, que apenas podían mantenerse en pie por la fuerza del viento y que hacer la llegada en la cima era una amenaza para deportistas y aficionados. Se anuló y se decidió llegar en llano, al centro de Berga. El plan B a hacer puñetas.

Reuniones y llamadas

Enseguida se preparó en un tercer recorrido. Llamadas a los mossos, continuo seguimiento de los radares para tratar de ver como se movería el viento durante las horas previstas de la etapa. Los ciclistas iban a ir por el llano, más protegidos. Se preparó un circuito de 146 kilómetros, con un paso intermedio en Berga. Rubèn Peris, el director de la prueba, no paraba de hablar y de llamar por teléfono. Los mossos iban a tomar la decisión final y se dio el visto bueno. Por el llano los ciclistas estarían más protegidos. Se iba a salvar la etapa reina, aunque fuera descafeinada y con un previsible esprint.

Los corredores, reunidos, en la salida de Berga.

Los corredores, reunidos, en la salida de Berga. / EL PERIÓDICO

A las 13.55 horas, ciudad de Berga, ya estaban los corredores en los puestos de salida. Sólo hacía falta dar la orden de partida cuando llegaron los ciclistas del Ineos con Omar Fraile y Geraint Thomas a la cabeza. Entendían los corredores del conjunto británico que la etapa, aunque fuera por la zona plana, sería un peligro para su integridad. Trataron de convencer a los compañeros. Primoz Roglic debía ser determinante como principal figura internacional apuntada a la Volta. El esloveno no estaba decidido a irse para Barcelona y dejar aparcada la sentencia definitiva de la prueba en las rampas de Montjuïc, entre bonificaciones, y con Juan Ayuso líder, aunque con un segundo de diferencia.

Discusiones en carrera

Llegaron los directores. La mayoría se lavaba las manos. “Es cosa de los corredores”, decían. Peris ya estaba de los nervios. Los comisarios, que, de hecho, son los que mandan, buscaban una solución intermedia y se propuso que la primera vuelta, cerca de 70 kilómetros, se haría en plan cicloturista, estilo primavera azul, y si no había viento, en la segunda parte del circuito se bajaría la bandera de la competición.

Discurría la etapa como una sesión de cine aburrido, como la película más mala que pueda proyectar cualquier plataforma televisiva. Los micrófonos de las motos de carrera captaron el grito de Juanpe López, el corredor sevillano que fue líder en el Giro de 2022. “Llegaremos de noche, de madrugada cambian la hora y a las 9 de la mañana tenemos que estar en la salida de Barcelona”.

Rubèn Peris, director de la Volta, de espaldas, habla con los portavoces del pelotón.

Rubèn Peris, director de la Volta, de espaldas, habla con los portavoces del pelotón. / EL PERIÓDICO

Tuvo que ser Roglic, con el afán competitivo en la cabeza y las piernas, convencido de que puede contrarrestar el segundo que le saca Ayuso. Se acercó a los coches de los comisarios cuando llevaban una treintena de kilómetros de paseo en bici -unos paraban para orinar y los otros comían golosos las barritas energéticas- y dijo que no podía ser, que había que competir.

Discusiones en carrera, unos que lo veían claro, otros que deseaban seguir con el sainete ciclista y se tomó una decisión: la etapa reina, la que debió subir al coloso de Pradell, se convertiría en la más corta de la historia de la Volta, salvando las contrarrelojes. Serían apenas 24 kilómetros de competición, visto o no visto, como si fuera una carrera de infantiles.

El año que viene, sin viento

Encima los tiempos se tomarían a 5 de la meta; una jornada desaprovechada, un caos por un pelotón que nunca se aclara y desunido hasta la saciedad. Todo acabó con el triunfo de Simmons, un corredor que en la penúltima campaña electoral en los Estados Unidos tomó partido en favor de Donald Trump y fue suspendido por su equipo debido a unos tuits que consideraron ofensivos.

Fue una pena, un horror para la organización de la Volta. Lo único bueno es que el año que viene la carrera volverá a Pradell y compañía. Que entonces no sople el viento, por favor.

Todas las clasificaciones.

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