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La esperanza de Laporta de salvar la cara por el ‘caso Olmo’ pende de un hilo
Víctor Font fue el primero de los opositores en salir a la palestra para visibilizar la indignación y la incredulidad del barcelonismo activo por cómo Joan Laporta ha manejado el caso de Dani Olmo y Pau Víctor. Pese a la contundencia de su mensaje no llegó a pedir ninguna dimisión. El movimiento Som un clam’, menos contenido, pidió al presidente y…
Víctor Font fue el primero de los opositores en salir a la palestra para visibilizar la indignación y la incredulidad del barcelonismo activo por cómo Joan Laporta ha manejado el caso de Dani Olmo y Pau Víctor. Pese a la contundencia de su mensaje no llegó a pedir ninguna dimisión. El movimiento ‘Som un clam’, menos contenido, pidió al presidente y su junta “dar un paso al lado”. Es la primera vez en los cuatro años de su discutido segundo mandato en que a Laporta se le exige directamente que se aparte del club.
Tanto uno como otro, que conforman la oposición más organizada, se quedan por el momento en la fase declarativa. Afirman ambos, en coincidencia textual, “que no nos quedaremos de brazos cruzados” mientras “la institución se degrada”, dicen unos, o ante la dilapidación de recursos y el prestigio”, según Font. La posibilidad de activar una moción de censura no pasa por ahora de ruido que aún nadie se ha atrevido a concretar. Quizá es cuestión de tiempo.Nadie imagina una dimisión de Laporta, pero la laminación de su prestigio y de su gestión, en cualquier caso, se ha acelerado.
Dudas sobre el descontento
La prudencia no puede desligarse del estado aletargado de la masa social azulgrana. El exilio a Montjuïc, poblado de turistas y con miles de socios de excedencia o directamente de baja, complica la canalización de un descontento que en ocasiones funciona con un mecanismo de contagio. Unos cánticos de los más activos pueden incitar a indecisos. Se ha convertido el estadio prestado en un recinto silencioso, con el conflicto abierto con la Grada d’Animació, a la que la junta le ha puesto la cruz.
A la vez, la prudencia viene dada por las dudas sobre la erosión real de la figura de Laporta por su errático segundo mandato, coronado con el despropósito de la no inscripción de los dos únicos fichajes de esta temporada. Para los opositores, el gran comunicador se ha convertido en un charlatán cuya palabra no merece crédito alguno. ¿Pero cuán extendida es esa impresión? Nadie lo sabe y las asambleas de compromisarios no miden ya nada.