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Ferran y Endrick, optimistas del gol; por José Sámano

El vivificante Barça de Hansi Flick ha ido sumando piezas. Salvo Ansu, prácticamente todos han respondido a la llamada del técnico alemán al grito de presente! El último sombrerazo ha sido el de Ferran Torres, un suplente con espíritu de titular, no de esos que refunfuñan desde el banquillo. Un optimista del gol que ya suma 16 dianas, con un asombroso…

El vivificante Barça de Hansi Flick ha ido sumando piezas. Salvo Ansu, prácticamente todos han respondido a la llamada del técnico alemán al grito de ¡presente! El último sombrerazo ha sido el de Ferran Torres, un suplente con espíritu de titular, no de esos que refunfuñan desde el banquillo. Un optimista del gol que ya suma 16 dianas, con un asombroso promedio de un bingo cada 80 minutos. Hasta este despegue, un futbolista que parecía destinado a la estepa futbolística azulgrana y al que la grada no terminaba de apadrinar. Hoy es algo más que un aguador para evitar soponcios a Lewandowski.

En el Metropolitano, Ferran crujió al Atlético con un desmarque de autor y una asistencia a lo Houdini de Lamine, que con 17 años cuanto más cartel tiene el partido más crece y crece. En la semifinal copera, este joven prodigio sirvió de lanzadera al Barça frente a un adversario con más colmillo que fútbol en la primera parte. Después, cuando Simeone decidió descamisarse, el Barça de Lamine pasó a ser el Barça de Araujo, sostén final del gol de Ferran.

Si el valenciano sentó de entrada a Lewandowski, un día antes el juvenil Endrick hizo lo propio con Mbappé. Con un año más que Lamine y, de momento, con mucho menor impacto, el brasileño, clave en las eliminatorias con el Leganés y el Celta, tumbó a la Real en Anoeta y encabezó el turno goleador de los blancos en el enloquecido encuentro de vuelta.

Como Ferran, Endrick no necesita mucho carrete para dejar huella. Descontado Vallejo, es el jugador al que menos pista ha dado Carlo Ancelotti (poco más de 500 minutos), pero en la Copa ha sido el flotador del Madrid. Cinco de sus siete goles los ha certificado en este torneo. Un jugador con desparpajo para negarle más de un pase a Mbappé. Un delantero que engatilla sin miramientos. Por lo visto en Chamartín este martes, esponja rápido. Su pase a la red ante el cuadro de Donosti hizo inevitable rebobinar a los tiempos de Raúl y sus goles-cuchara. Precisamente, el entrenador del Castilla ha sido uno de sus instructores.

Con Endrick y con Mbappé, el Madrid fue el Madrid más Madrid. Una enigmática montaña rusa, un equipo amodorrado y permeable hasta que se vio en la lona en el último asalto. Entonces emergió el Real de esos arrebatos que ningún simposio futbolero ha sido capaz de desembrollar.

Camino de su octava final cara a cara, Barça y Madrid fueron un calco en las semifinales. Iguales resultados como forasteros (0-1) que en casa (4-4). Y en esos partidos sin camisa de fuerza y marcador de otra época, los escoltas defensivos resultaron capitales con sus goles. Cubarsí e Iñigo Martínez neutralizaron al Atlético en Montjuïc como hicieron Tchouameni -que acabó de central- y Rüdiger con los muchachos de Imanol en el Bernabéu.

El universal y siempre retumbante clásico español tiene reservados dos retos esgrimistas antes de final de curso. El liguero en terreno barcelonista y la final de Copa en La Cartuja. Y quién sabe si un tercero que sería el partido del siglo de todos los siglos: la final de la Champions.

A la espera, Barça y Real no han dejado ni migajas a ese Atlético tan bien capitalizado deportivamente el pasado verano. En 25 días, los vecinos le mandaron a la cuneta europea y los de Flick le hicieron descarrilar en la Liga y la Copa. Con o sin Julián Álvarez, el propio Simeone siempre se vio en un planeta lejano al de culés y merengues. No todos son tan optimistas como Ferran y Endrick.   

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