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Charlotte Cooper y el primer oro olímpico de una mujer
La historia del deporte femenino ha estado marcada por los esfuerzos de mujeres que marcaron el camino y rompieron barreras, cuando ni los tiempos ni la cultura estaban a favor de sus objetivos. Son muchos los nombres que podrían ocupar la lista de mujeres pioneras, las que hicieron época en ámbitos vetados para ellas pero si hay que remontarse para encontrar…

La historia del deporte femenino ha estado marcada por los esfuerzos de mujeres que marcaron el camino y rompieron barreras, cuando ni los tiempos ni la cultura estaban a favor de sus objetivos. Son muchos los nombres que podrían ocupar la lista de mujeres pioneras, las que hicieron época en ámbitos vetados para ellas pero si hay que remontarse para encontrar cuál fue la primera pionera, probablemente los libros de historia estarían de acuerdo en que esa es Charlotte Cooper.
Charlotte Reinagle Cooper, hija de una un molinero de Caversham y una estadounidense, nació en 1870 en Ealing, Middlesex, siendo la menor de seis hermanos. En una época poco propicia para el deporte femenino, Charlotte se interesó pronto por el tenis y bajo el abrigo de sus padres se formó en el club de este deporte de su localidad natal. Su talento no pasó desapercibido para sus entrenadores y pronto Harold Mahony, quien fuera más tarde campeón de Wimbledon y olímpico, se hizo cargo de su entrenamiento. Con solo 14 años ganó el campeonato de su club y con 23 sumó su primer título absoluto y alcanzó las semifinales en su debut en Wimbledon.
Con un look alejado del actual, con camisas abrochadas hasta el cuello, faldas largas y ausencia de colores, el estilo directo y ágil de Charlotte pronto la hizo destacar.
Apenas dos años después de sus primeras semifinales, conseguiría alzarse con la corona individual en el All England Club. Después llegarían cuatro victorias más sobre el césped londinense, el último convirtiéndose en la persona más veterana en ganar el torneo con 32 años y 282 días. Un registro que sigue vigente a día de hoy. En 1912 llegó a jugar una nueva final de Wimbledon, con 40 años, y aunque perdió, siguió demostrando estar a un alto nivel. Su carrera como tenista continuó hasta los 50 años, una cifra inusual, tanto para la época como para la actualidad.
Hito olímpico
Sus logros tenísticos colocaron a Cooper en el panorama deportivo internacional pero su nombre entró en la historia por un mérito más importante aún, el de ser la primera mujer en conquistar una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos. La británica fue una de las pocas mujeres que formaron parte de la cita de París 1900, la primera en que las mujeres pudieron participar. Fueron 22 las valientes, de un total de 997 participantes, que compitieron en cinco modalidades: tenis, vela, crocket, hípica y golf.
Charlotte se impuso en la final a la francesa Hélène Prévost por 6-1, 7-5. Pese a su, su medalla se le entregó hasta San Luis 1904 (Estados Unidos). Para rematar su éxito, se llevó también la presea dorada en el cuadro de dobles junto a Reginald Doherty.
Aunque el nombre de Charlotte Cooper aparece en la historia como el de la primera mujer en ganar un oro olímpico, lo cierto es que hay otro nombre que podría ocupar ese lugar, el de Hélène de Pourtalès. La deportista suiza con raíces estadounidenses se hizo con el oro ganando una regata con su marido Hermann de Pourtalès el 22 de mayo de 1900 y según el COI y diversos historiadores está considerada la primera mujer en participar en unos Juegos Olímpicos. Otros estudios, ponen en duda su presencia y destacan que podría haber sido simplemente la propietaria de la embarcación.