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Beso, Besugo, Bésame mucho, BesitoBesa Camprubí

Otro hubiese cogido el galardón, su ‘orejona’, que no es moco de pavo, premio Oficio de Periodista, y se lo hubiese metido en la mochila, junto al ordenador y esa libretita repleta de apuntes, anotaciones, escenarios diversos, planteamientos retorcidos, tácticas ‘cruyffistas’ y crónicas virtuales,antes de subir a Montjuïc.Seguir leyendo….

Otro hubiese cogido el galardón, su ‘orejona’, que no es moco de pavo, premio Oficio de Periodista, y se lo hubiese metido en la mochila, junto al ordenador y esa libretita repleta de apuntes, anotaciones, escenarios diversos, planteamientos retorcidos, tácticas ‘cruyffistas’ y crónicas virtuales,antes de subir a Montjuïc.

Aunque él no se atreva a reconocerlo, yo sí: Ramon Besa Camprubí ya sale de casa con la crónica del partido hecha. Se lo digo yo, que lo conozco un poquito. Él sube a Montjuïc a saludar a sus gentes, tocar paredes, puertas, ventanas y pasar el plumero sobre su texto. Y poco más, créanme.

La Montse lo pilló ayer, poco después de comer, con el galardón en la mano intentando meterlo a la fuerza en la mochila. “Però on vas amb això”, le soltó la Montse cuando, tres horas antes de empezar el Barça-Olympiacos, Ramon ya enfilaba el camino a la montaña mágica. “És meu, m’ho he guanyat, ho vull ensenyar a tothom”, pudo decirle el maestro de periodistas a su inseparable compañera.

“¿Qué es el periodismo? Un oficio que se aprende cada día, un aprendizaje continuo: observar, estar cerca de los hechos sin formar parte de ellos y contarlos, sin parecer un impostor”.

Ramon Besa Camprubí

— Premio Oficio de Periodista

Créanme, lo hubiese hecho cualquier otro, menos Ramon Besa Camprubí. “Cuando Montse me ve coger la mochila con el ordenador, los cables, el móvil, mi cuadernito, la pluma, sabe que soy feliz”. Sabe que es feliz y la Montse siempre siente la tentación de decirle lo que le decía mi madre Rosario a papá cuando ‘el patillas’ se levantaba de la mesa los domingos a las tres (los partidos, entonces, eran a las cinco) y le preguntaba con sorna ¡cada domingo! “perdona, Carlos, ¿tú que vas, a pintar las rayas del campo?” Pues Ramon, casi.

Y no, no, esa imagen virtual, inventada, es imposible que se produzca en la vida del ‘Cutret’, que es como le llamaban antes a Ramon en Perafita, su pueblo, el pueblo donde el maestro forastero Carlos Pérez Barrio convenció a sus padres de que el chaval valía para estudiar y donde Marculeta, la profesora de matemáticas, pronosticó “este niño será un gran periodista”.

Ser periodista

Ahora, que no conoce (“pero los conoceré, ¡vaya si los conoceré!”) a seis de los diez pobladores con los que se cruza en sus paseos diarios por Perafita, ha pasado a ser ‘el Besa’. Pero ningún premio, ni los 1.348 elogios (y adjetivos) que la profesión lanzó, el lunes, sobre su cabeza de maestro, ni, mucho menos, esa ovación que se hizo, lo juro, ¡que fue!, interminable, hará que el ‘Cutret’ despegue los pies del suelo. ¿Y saben por qué?, porque alguien que va acariciando los cantos de las puertas y los marcos de las ventanas a su paso, alguien que busca constantemente la conexión con la tierra, es imposible que eche a volar.

Por suerte, aunque no le gustó demasiado el Barça de anoche (a mí, tampoco, pero no sé de fútbol ni una millonésima parte que el ‘Cutret’), Ramon pudo disfrutar de un último cuarto de hora de partido plácido para, insistió, sacarle brillo a la magnífica crónica para El País, que ya traía escrita desde Gracia. Y, sin duda, pudo cumplir, una vez más, con la definición del oficio de periodista que defiende: “Observar, estar cerca de los hechos, sin formar parte de ellos y contarlos, sin parecer un impostor”.

Ramon Besa Camprubí y buena parte de sus amigos y colegas de El País.

Ramon Besa Camprubí y buena parte de sus amigos y colegas de El País. / MARCEL.LI SAENZ

Ramon volvió anoche a su estado natural, ideal, después de vivir, con algo de miedo, muchíííííísimo respeto e inquietud, el momento profesional más bestia de su vida, ese que él jamás creyó merecer. El momento estelar de la vida de un periodista que piensa que “en unos tiempos en los que el mundo, especialmente mi mundo, cree nacer enseñado, ser periodista pasa por aprender cada día el oficio, es, simplemente, puro y continuo aprendizaje”.

Yo viví las dos horas largas del premio al lado del jardinero de Ramon. Joan creía que estaba allí porque es el alcalde de Perafita, pobre. Él estaba allí porque cuida los tres árboles y las diez flores que tiene la Montse en el pueblo. Y aquel muchacho descubrió, de pronto, que era el jardinero del Bill Gates del periodismo. Y, claro, quedó impresionado. Y se fue algo asustado. Esperemos que esta semana no pode algo que no deba.

Perafita, en el sala

La Montse, que había ejercido de anfitriona con todos los invitados de Perafita con los ojos más brillantes que ‘El Regente’, el diamante ese de 140 quilares que se olvidaron de robar los cacos del Louvre, presidió esa esquina de la sala de actos del Colegio de Periodistas donde estaba la preciosa, modesta y enternecedora representación de su pueblo, que quedó boquiabierta no perdiéndose detalle de como los popes del periodismo catalán asistían y rendían pleitesía (profesional, de oficio) al corresponsal del Lluçanès.

En esa esquina faltaba Carolina, la madre del homenajeado, a la que ¡ojalá! le llegase hasta su casa el oro, el incienso y la mirra que polvoreó la cabeza privilegiada y lúcida de aquel hijo que ella quería proyectar al mundo periodístico. Fijo que mamá se hubiese pasado la velada pensando “es mío, es mío”.

Paco Cabezas, otro profesor de Universidad que trata de que sus chicos no piensen que ya lo saben todo, se llevó al Colegio de Periodistas a una veintena de alumnos para que aprendieran de qué material están hechos los sueños de un periodista. De un maestro del oficio.

No digo, entre otras cosas porque lo desconozco, que mamá Carolina tuviese la visión del maestro Pérez Barrio o de Marculeta, la profesora de ‘mates’, pero sí puedo asegurar que nadie, nadie, nadie, ni siquiera Sergi, el hijo surfista de Ramon y Montse, el muchacho que mañana saldrá en busca de la ola izquierda de Mundaka, estuviese esa tarde más orgulloso de Ramon que su bendita madre.

Perdón, bueno, yo sí sé quien hubiese estado tan (o más) orgulloso que mamá Carolina: Ricard Mampel. Hace tiempo que Ricard abandonó a Ramon por una maldita enfermedad. Ricard era, no solo, aunque también, su amigo del alma, ‘el amigo’, el compañero con el que luchó, a brazo partido en la Unió de Pagessos, también era el vecino que, con su maravilloso ‘tarannà’ y enorme conocimiento de todo, de todo, ayudaba a crecer (nadie nace enseñado, nadie) a Ramon.

Cuentan que, de niño, Ramon sufrió un montón de burlas por su apellido. Ahora le llaman ‘mobbing’ y es materia de estudio por parte de psicólogos y psiquiatras. El ‘Cutret’ de Perafita, que ha terminado siendo un prestigioso y reconocido Besa, era citado, en aquellos días, como ‘Beso’, ‘Besugo’, ‘Bésame mucho’, ‘Besito’

Y fue entonces, cuando Ramon decidió hacer de su apellido una cuestión de honor hasta conseguir ser BESAdo por toda la profesión y admirado, digo, supongo, espero, deseo y ¡ojalá! imitado, por la veintena de alumnos que Paco Cabezas, otro profesor de Universidad que trata de que sus chicos no piensen que ya lo saben todo, se llevó al Colegio de Periodistas para que aprendieran de qué material están hechos los sueños de un periodista. De un maestro del oficio.

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