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Ainhoa López, vuelta a la cancha tras un doble calvario

“Soy como un gato que ha gastado dos vidas, pero aún me quedan cinco. Alguien dirá ‘madre mía con lo que has pasado’, pero sinceramente creo que soy muy afortunada y me siento muy agradecida a la vida”, proclama Ainhoa López (Barcelona, 1997), escolta del Spar Girona. Habla feliz. . “Más que feliz yo soy alegre. Vivo muchos momentos felices, pero…

Santo Domingo - Publicado hace

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“Soy como un gato que ha gastado dos vidas, pero aún me quedan cinco. Alguien dirá ‘madre mía con lo que has pasado’, pero sinceramente creo que soy muy afortunada y me siento muy agradecida a la vida”, proclama Ainhoa López (Barcelona, 1997), escolta del Spar Girona. Habla feliz. . “Más que feliz yo soy alegre. Vivo muchos momentos felices, pero no creo en la felicidad como un estado, dice. Saborea la sensación de haber podido volver a las pistas de baloncesto tras demasiados meses sufriendo la impotencia de verse tan lejos de su hogar, por una anemia hemolítica muy grave y por un edema óseo en el pie izquierdo Desde esta semana vuelve a hacer los entrenamientos enteros.

No ha olvidado ni qué día de la semana era, “un viernes”, ni qué pasó el último 24 de mayo. Toda la semana se sintió mal, como rara, así cansada. “El jueves ya me encontré mal a nivel extremo. Sé que no se debe hacer, pero decidí coger el coche e ir a Barcelona porque quería estar con mi familia. No sé ni cómo llegué”. El viernes se levantó pronto y caminó hacia el baño. Se desplomó, inconsciente. Sus padres oyeron el golpe y corrieron: “Fue el destino. Suerte que estaba en casa. En Girona estoy sola”.

Cuando volvió en sí ya había llegado la ambulancia para llevarla al hospital. No salió del Hospital del Mar hasta 25 días después. Los tres primeros fueron en urgencias. Luego pasó a planta: De repente empeoré y me llevaron a la UCI. Estuve ahí cinco días. Incluido mi cumpleaños. El 6 de junio vio 27 velas encima de un pastel, pero no pudo soplarlas: en un hospital no se puede encender fuego. Sufría una anemia hemolítica. “Básicamente es que alguna cuestión vírica ataca tu sistema inmunitario y la reacción del cuerpo es atacar tus propios glóbulos rojos. Es como una autodestrucción, cuenta.

Dice que hizo un máster: “Me he vuelto una experta. Ahora me enseñas tu analítica y ya sé decirte qué tienes”. “Ahora me río, pero tuve miedo por la incertidumbre. La incertidumbre es muy mala. Fue una situación muy grave, muy peligrosa”, explica. “Las mujeres deben estar a 12 de hemoglobina y los hombres a 15. Yo en la UCI llegué a estar a 3,5. Iba bajando y hay mucho riesgo de muchas cosas. No diré de qué, pero ya se sabe”, añade. Lo dice después: de paro cardíaco, de muerte.

Las transfusiones

“Sobrevivía a base de transfusiones de sangre”, asegura. Fueron 12 transfusiones en total. Sabe que vive de prestado, gracias a: ” las donaciones de sangre”. Lo tengo clarísimo. Son diez o veinte minutos y para alguien puede ser su vida”. Reivindica la sanidad pública: “Los médicos y la gente que investiga son los héroes y las heroínas. No yo. Gracias a ellos las personas como yo seguimos aquí”.

Esos días en el hospital, con la incertidumbre de no saber que pasaría con su vida ella hablaba de si podría llegar a la pretemporada. Yo creo que sí. Y mis padres me decían: ‘¿Pero tu estás viendo donde estás? No pienses en el mes que viene‘”, recuerda. “Pero yo necesitaba pensar en el mes siguiente, en el baloncesto, en volver. Para no hundirme”, matiza. Pero admite que en el plano psicológico estuvo “bastante jodida”. Puede entender a quien se deja ir en una situación así: “Es igual de lícita la mentalidad de no rendirse como el hecho de no poder más. Y tampoco hay que caer en un positivismo extremo. Yo intentaba mostrarme siempre bien, pero por dentro no estaba así”. “Es normal caer en momentos de no ver la luz”, acepta.

 “Creo que ya he agotado toda mi mala suerte a nivel de salud”, bromea. La sensación de pensar ‘¿por qué a mí?’ ya era conocida. En 2022 superó un linfoma de Hodgkin: el 18 de enero se hizo un TAC y por la tarde la llamaron para que el día siguiente fuera al hospital a primera hora de la mañana. “Ahí supe que pasaba algo grave”. El día siguiente fueron al hospital con su madre. “Recuerdo el silencio en el coche”. Cuando le dijeron que tenía un linfoma de Hodgkin no sabía qué era. Entendió que era un cáncer al oír la palabra quimioterapia. Fue la palabra que activó las lágrimas.

Estaba tan en shock que incluso pidió ver el TAC como si supiera leerlo. No se lo podía creer. “Mi reacción fue: ‘¿Cómo? ¿Perdona? ¿Pero qué dices?’ Para mí era imposible que alguien tan deportista pudiera tener un cáncer. Pero le puede pasar a todo el mundo. Es algo al azar, aleatorio”. “Fue la primera vez en mi vida que pensé en la muerte como una cosa posible”, admite López. Hizo pública su lucha porque entendía que tenía esta “responsabilidad” como cara visible.

Recuerda el viaje por la enfermedad como una carrera de fondo por un túnel, en busca de “la luz”. Se curó. Cuando dejó atrás el cáncer se tatuó un 2022 tachado, sin esperar a que finalizara el año. Cree recordar que era otoño, aún. Ya había tenido bastante. “Ahora podría tatuarme un 2024”, apunta entre risas. Pero en realidad no lo vive así. Es parte de mi vida. Es lo que me ha pasado, quien soy. Nadie quiere vivir esto y ahora es muy fácil hablar porque lo he superado, pero no sería la Ainhoa que soy ahora si no hubiera pasado por estas dos cosas. Han cambiado mucho mi manera de vivir”, concluye, feliz de ser una inspiración, una esperanza para otras personas en días delicados.

  Sonríe, como siempre. Y enseña otro tatuaje: Viure és urgent. “Lo positivo que he sacado de esta vivencia tan negativa es entender que en este mundo tan caótico y con tantas prisas lo que realmente es urgente es vivir. Vivir el momento, el presente”.

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