Ahora ya sabemos por qué se lo consienten todo a Lamine
Ellos harán la vista gorda vaya que sí! Ellos, todos, empezando por el presidente y terminando por el capitán, empezando por el Director Deportivo y terminando por el entrenador, harán ver que no están preocupados por la otra vida de Lamine Yamal, pero todos ellos, todos, que saben de fútbol y, sobre todo, que recuerdan la cantidad de jovenes estrellas que…
Ellos harán la vista gorda ¡vaya que sí! Ellos, todos, empezando por el presidente y terminando por el capitán, empezando por el Director Deportivo y terminando por el entrenador, harán ver que no están preocupados por la otra vida de Lamine Yamal, pero todos ellos, todos, que saben de fútbol y, sobre todo, que recuerdan la cantidad de jovenes estrellas que se han perdido por su mala cabeza o por su cabeza demasiado divertida, o por pensar que son supermanes y atraviesan las paredes y, por tanto, podrán con todo ¡total, tengo 18 años!, están muy preocupados, pero no moverán un dedo, ni criticaran nada de nada.
Por eso Joan Laporta llega a Brujas y dice que siempre estará del lado de Lamine, no te fastidia ¡si se cabreó porque no le invitó a su cumpleaños!. Y, cuando le preguntan al entrenador, dice que el chico cumple a las mil maravillas, ya, sí, fijo. Por eso, también, los compañeros, cuyos salarios empiezan ya a depender de ese mago del balón, se cuidarán muy mucho de criticar sus viajes, su comportamiento, su rechazo al ‘entrenamiento invisible’, sus cositas.
No hace falta saber mucho de fútbol para darse cuenta de que, anoche, el niño jugó solo, solo contra un equipo discreto, hasta demasiado discreto, que pudo ganar al Barça, que solo tenía en este chico tan especial, tan curioso, tan, tan, tan bueno, al único futbolista que estaba metido en el partido y, sobre todo, que parecía, era, capaz de ganar, él solo, el encuentro, mientras sus compañeros se unían para perderlo.
Malo, horrible, preocupante, inquietante, muy inquietante, que el día, la noche, que el Barça recupera al mejor Lamine, ni uno solo de los otros futbolistas azulgranas, ni uno solo, le ayuden a ganar un partido ¡en campo del Brujas!
Cuando le preguntan a Eric García qué ocurre en la defensa, no sabe dar un explicación a ese caos. Cuando le preguntan de De Jong, qué sucede en la sala de máquinas, no saben qué decir. Y, cuando le preguntan a Hansi Flick, siempre surge la misma respuesta: “Tenemos muchas cosas que resivar”. Hasta demasiadas. “Sin intensidad, no hay Champions”. Pues eso, de momento, no hay Champions.
Sí hay que comparar
Es por eso que De Jong, una mente sensata, ya empieza a pedir, por favor, que dejemos de hablar de la temporada pasada. Vaya. Que rechacemos las comparaciones. Pero, sí, puede que a ellos, que son los mismos del año pasado, los mismos, les sepa mal que se hagan comparaciones, pero es que ninguno de ellos (bueno, ahora ha vuelto Lamine Yamal, esa es la suerte que tienen) está al 25% de su rendimiento, motivación, físico, hambre, intensidad, ganas y determinación del año pasado. Lo siento. O no. Por eso no quieren que se recuerde todo eso.
El mayor problema que tiene esta plantilla, este equipo y, sobre todo, este técnico, al que, ya saben, no se le puede criticar ni señalar, es que, tal y como ocurre con Laporta, su séquito y el estilo de gobernanza del club, no saben qué les está pasando. O algo peor, sí: lo saben y no lo pueden contar. No tener explicación cuando eres culpable es lo peor que te puede pasar. Es un disfraz poco creíble.
Fermín y Lamine Yamal celebran el momentáneo 2-2. / OLIVIER MATTHYS / EFE
Es el Brujas, señores y, por más que en el fútbol siempre se diga que no hay enemigo pequeño, sí lo hay, sí, y el Brujas lo es. Es decir, ‘los otros’ de una plantilla tan, tan, millonaria (sí, sí, lo siento hablaré de lo que ganan o, de lo contrario, que no ganen tanto), deberían ser suficientemente buenos como para ganar al Brujas. Y nunca pudieron ganarle, nunca.
Hace demasiado tiempo que el Barça se ha convertido en un equipo vulgar, predecible, accesible. Hace mucho tiempo que el Barça, incluidas las declaraciones de su entrenador, ha dejado de soñar con volver a ser el del año pasado (lo siento De Jong). Y hace demasiado tiempo que Flick no sabe qué le pasa, por más bajas que tengan, muchas de las cuales tampoco tienen explicación clara o creíble.
Hace tiempo que Hansi Flick, su grupo de trabajo, sus preparadores de todo tipo, los genios que ganaron la Liga el pasado año, desconocen qué les está pasando. Y si lo saben, no pueden contarlo, lo que es todavía peor.
Y, cuando tú no lo explicas, todo el mundo, empezando por nosotros y siguiendo por los socios y aficionados, tenemos derecho a pensar cualquier cosa. Por eso, porque oímos a Eric García, a De Jong, a Flick o a Laporta (“el equipo va en línea ascendente”, dijo el presidente al llegar a Brujas, ya, sí) dar explicaciones poco creíbles es por lo que deberían empezar a pensar que el problema, la crisis, la irregular, la desaparición del gran Barça es realmente cierta, palpable.
Y solo una reflexión final, esta plantilla debería empezar a hacer una autocrítica real, verdadera, personal porque, si el día que recuperan al mejor Lamine, ellos, todos, no le acompañan, deberían saber que solo con el niño de oro no van a ganar títulos. Hace demasiado tiempo que ellos no son ellos. Y hace demasiado tiempo que Flick es otro. Y yo he visto al propio Laporta declarar amor eterno por su entrenador y, de pronto, después de una cena con sushi, cambiar de idea. Y no hace tanto de ello, no hace tanto.