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Deportes

Accidentes de la calidad, por Juan Cruz

Pudo haber cualquier resultado y al final vencieron los accidentes de la calidad, esa especie de destino maldito que les dan al fútbol la pimienta o las lágrimas, hasta que una mano u otra, la amarilla o la azulgrana, que este sábado era de color negro, tienen la suerte de romperle la ilusión al que la va mereciendo. Seguir leyendo….

Pudo haber cualquier resultado y al final vencieron los accidentes de la calidad, esa especie de destino maldito que les dan al fútbol la pimienta o las lágrimas, hasta que una mano u otra, la amarilla o la azulgrana, que este sábado era de color negro, tienen la suerte de romperle la ilusión al que la va mereciendo. 

El fútbol es, naturalmente, también los jugadores, y no tanto el azar que los deriva hacia la victoria o la derrota, esos impostores de los que escribió Kipling, que tenía que haber sido árbitro. Aunque con él todos los partidos hubieran terminado en empates.

Este, precisamente, el partido en el que Pedri explicó por qué es el mejor después de Kubala y de Messi en el Barcelona, fue uno de esos encuentros en los que cualquier bando podía tener la suerte o la mala suerte. No el arbitraje, que esa es una vulgaridad que no pueden evocar los caballeros del fútbol. Gana, decía Helenio Herrera, el que mete la bola, y aquí la bola entró dos veces, aunque el otro, es decir, el que no ganó, mereciera acertar por doble y triple que el contrincante. 

Enorme nobleza

El partido fue de una enorme nobleza, me pareció a mí, que quería que los dos ganaran a la vez, y esa es una barbaridad que el tiempo no me dejará ver, porque el fútbol obedece a la voluntad de ganar, a la horrible evidencia de perder. 

El Barcelona parecía otra vez un equipo destinado a decirle aquí adiós a LaLiga, porque la Unión Deportiva podría más que sus internacionales, incluido el internacional polaco. Pero en el fútbol terminan imponiéndose, tarde o temprano, los accidentes de la calidad. Si Olmo no hubiera estado en aquella bocacalle estrecha por la que entró, sin remedio, el balón que le mandó Lamine Yamal, si hubiera estado cualquiera de los que, en el Barça, se enredan antes de pensar por dónde le espera el hueco, el resultado hubiera tardado en ser uno u otro. Y quién sabe qué estaría escribiendo ahora un servidor de una derrota azulgrana cerca de Las Canteras. 

Pues después de la acción del goleador de la selección y del Barça la UD estuvo a punto, varias veces, de revertir la suerte y recordar que no es la primera vez que hace morder el césped, e incluso la arena, a la ambición azulgrana. n

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